El concepto de animación, o dibujo animado, ha ganado el status de  “arte” (más precisamente el noveno) desde hace ya mucho tiempo. Como tal  ha ido obteniendo el  respeto y el reconocimiento, en mayor o menor  medida, desde diversos rincones del globo. Pero son dos lugares  particulares los que más focalizan la cuantiosa parva de producciones de  este tipo que se emiten por año: Japón y Estados Unidos.
Los  casos de ambos países son harto diferentes, pero no sólo en el nivel de  desarrollo de la industria de la animación, sino también por la  concepción misma que tienen de los “dibujos animados”. Es cierto, como  se afirmaba líneas atrás que los dibujos son cada vez más respetados,  pero no menos cierto es que aun existen lugares que no han abandonado la  ecuación animación = producto para niños.
Si bien Estados  Unidos es uno de los grandes pilares en la industria de los dibujos (o  cartoons por esos pagos) no comprende este arte como tal. Por el  contrario de Japón, el país del Norte está dando recién sus primeros  pasos en lo que se refiere a animación para adolescentes y adultos (con  bloques enteros dedicados a su difusión en algunos canales como Fox y  Cartoon Network), y es que hasta hace pocos años no podían desencasillar  a los dibujos fuera de lo estrictamente “infantil”.
Es por eso  que si hablamos de cartoons yanquis a finales de la década del ochenta y  principios de los noventa no podemos más que imaginarnos a los Ositos  Cariñosos o a Mi Pequeño Pony. Pero llegaría en ese momento un dibujo  que intentaría exitosamente romper los estereotipos. Se trataba de un  cartoon planificado y realizado como cualquier otra serie con actores de  carne y hueso (live-action, que le dicen), inclusive cercano al trabajoso detalle de un largometraje.
Tal vez su comparación con un film no es azarosa, ya que fue gracias a  una película de 1989 que el proyecto de este cartoon convenció a los  productores de la Warner para que le dieran luz verde. El largometraje  citado es Batman del afamado director Tim Burton (El cadáver de la novia, El joven manos de tijera, El gran pez, entre otros) y el proyecto aprobado gracias a su éxito fue precisamente el de Batman la serie animada (Batman The Animated Series).
La idea de este dibujo era restituir la imagen oscura de los orígenes  de Batman, perdida en gran parte por la famosa serie de los sesenta (la  de Adam West y el “bati-twist”). Para eso Paul Dinni (Productor y  guionista) y Bruce Timm (productor general) tomaron las bases de Burton,  lo mezclaron con algunos elementos de la década del cuarenta (diseños  de autos, armas, vestimentas, etc.), música “inspirada” en la compuesta  por Danny Elfman para el film y algo de Art Deco.
El resultado  fue una serie de acción de referencias al Film Noir en la que pocas  veces se veía la luz del día. A su vez, transgredía los límites de lo  moralmente establecido por la sociedad norteamericana al mostrar armas  de fuego y escenas en las que el bati-personaje bati-noqueaba a sus  bati-enemigos a puño limpio (cuan bati-transgresor…).
La serie  tuvo el mérito de retomar a casi todos los villanos clásicos de las  historietas de Batman, rindiéndoles merecido homenaje y, al mismo  tiempo, agregándoles interesantes elementos nuevos a sus ya conocidas  facetas. Es así como personajes como Mr Freeze (El Señor Frío) o Clay  Face (Cara de Barro) ganaron más que un cambio de look (de hecho la  nueva historia de Mr Freeze fue retomada en el film Batman & Robin).
Continuando en el apartado “personajes”, no puede dejar de mencionarse  a aquellos creados específicamente para la serie animada. Puntualmente,  el caracter novedoso más paradigmático y relevante para el universo de  Batman fue el de Harley Quinn, la demente compañera del no menos demente  Joker (El Guasón). Esta muchacha de aspecto bufonesco ganó tanta  popularidad que los capos de DC (la editorial que publica la historieta  de Batman) decidieron incluirla en las páginas de la revista del  murciélago.
La serie se estrenaba en 1992  con particular  suceso, llegando a ganar varios galardones, entre ellos un Emmy. Su  emisión comenzaría los fines de semana por la mañana para luego pasar al  controversial horario nocturno (cabe destacar que en esta franja,  Estados Unidos sólo ha conocido dos dibujos: Los Picapiedras en los  sesenta y Los Simpsons en la actualidad) Pero no tendría mucho éxito por  la competencia con 60 Minutos y regresaría a su inicial horario.
El show continuó hasta 1995, año en que algunos de los principales  impulsores de la serie se bajarían del proyecto merced del intento de la  Warner por “infantilizar” el producto. La idea estaba impulsada por el  temor a una censura como la del dibujo animado de Spiderman, que sufrió  muchas restricciones por un capítulo adverso sufrido por Fox Kids en  países como Canadá, donde se borro prácticamente toda su programación  por ser considerada demasiado violenta.
Más adelante vendrían  otras temporadas con ligeros cambios en el nombre de la serie (como para  marcar el quiebre), pero del proyecto original sólo conservarían la  estética del diseño de los personajes. No mucho se mantendría del arte  oscuro, la música “elfiana” y el planteamiento maduro de los episodios.
Al margen, puede comentarse que como sucede con todas las series  exitosas, Batman TAS (The Animated Series) contó con un amplio  merchandising. Algunos episodios fueron distribuidos en video en su  momento y más tarde recopilados en DVD (formato que en el momento de  auge de la serie era ignoto).
Además en 1993 contó con una  versión para la pantalla grande, una bien lograda película titulada  Batman: La Máscara del Fantasma (que toma libremente algunos conceptos  de la historieta Batman: Año 2). El film fue estrenado en cines aunque  no gozo de mucho éxito quizás por su escasa promoción (hasta último  momento iba a ser lanzada para venta exclusiva en video).
A su  vez gozó de varios videojuegos para distintas plataformas (el último de  los cuales salió en 2003), un comic propio que se publico hasta 2004 y  hasta una serie de novelas.
Batman TAS luego contó con lo que  se podría denominar como “continuaciones”, otras series que retoman al  personaje con diseños similares (pero con estéticas diferentes). En esta  lista debe citarse a Batman Beyond y también a La Liga de La Justicia,  ambas series de notable éxito.
El programa marcó  definitivamente el estándar de todas las adaptaciones de los comics de  DC a la pantalla chica. De hecho cada intento de un viraje en la  estética (como el de The Batman, programa estrenado hace unos años con  poco relevancia) se constituyó en un fracaso rotundo.
Sin  embargo, el principal punto a destacar de la serie no son precisamente  esas caras cuadradas de líneas sencillas. Lo que más la distinguió de  toda la camada de dibujos norteamericanos de principios de los noventa  fue su planteamiento adulto y su arte oscuro, con adaptaciones de  historias del comic que prácticamente podrían haber sido largometrajes.  Los estudios de la Warner no harían mal en imitar eso, valdría la pena  el intento.
miércoles, 15 de febrero de 2012
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